Hace unos días la revista Inversión & Finanzas publicaba un interesante reportaje sobre la aparente contradicción de invertir en aerolíneas desde una filosofía de inversión con sentido común (value investing).
No en vano, en banca de inversión siempre se ha dicho que en momentos de ciclo alcista las aerolíneas siempre están a un año de sus resultados récord y a tres de la bancarrota. Esto se debe, entre otros factores, a su exposición al precio de las materias primas (combustible), un escaso poder de compra con respecto a un duopolio de constructores (Airbus y Boeing) y la volatilidad de la demanda, ligada a la marcha de la economía.
Tradicionalmente, las aerolíneas han sido un mercado de competencia perfecta, donde las ventajas de eficiencia obtenidas se han trasladado al consumidor. Algo que la irrupción de las low cost no ha hecho si no agudizar, con los famosos billetes de avión a diez euros de Ryanair.
Un conocido inversor español declinó -cuando vinieron a ofrecerle en 2007 tomar un paquete en Iberia- entrar en la aerolínea porque a su juicio ganaba dinero todo el mundo menos la aerolínea: el proveedor del catering, el aeropuerto, la empresa de limpiezas, etc.
Todo lo dicho hasta ahora confiere poco valor potencial sobre el papel al value investor en relación con el elevado riesgo que acarrea semejante apuesta. No obstante, de un tiempo a esta parte, hemos observado un cambio positivo en la estructura del sector, con una ordenación de los jugadores fruto de la consolidación del sector. ¡Parece que por primera vez en mucho tiempo, se han cansado de perder dinero!
Uno de los primeros aldabonazos en este sentido fue la fusión de Vueling con Iberia Express que consolido un jugador fuerte en el mercado y ejemplificó el clásico ejemplo de dos empresas que por separado pierden dinero, y unidas, gracias a sus sinergias, convergen en un grupo solvente y competitivo. Esto mismo ocurrirá con Norwegian, empresa que no tenemos dudas que será adquirida por un competidor como IAG o Lufthansa. Su absorción le librará de seguir perdiendo dinero, y le permitirá ganar más al adquirente.
Si bien es verdad que por el lado del combustible, existe una variable de incertidumbre relevante, los usos y costumbres de una nueva generación de millenials acostumbrados a tomar aviones como quien coge el autobús de linea, nos hace ser optimistas sobre la continuidad al alza de la demanda. Mención especial nos merece IAG que, con un equipo directivo de probada solvencia, mantiene una franquicia envidiable en Europa y Latinoamérica. Creemos que la compañía seguirá dándonos alegrías y por eso la mantenemos en cartera de nuestros fondos BH Acciones Europa y BH Flexible, así como en las sicav Rex Royal Blue y Pigmanort.