No nos cansamos de decir que somos inversores pacientes, enfocados en el largo plazo, y que no nos importa dedicar mucho tiempo a nuestro análisis porque una vez que entramos en una compañía queremos crecer con ella. Hemos dedicado mucho tiempo a comprender el impacto de la disrupción tecnológica sobre los mercados, para entender quiénes juegan un papel ganador, quiénes están en el lado perdedor y qué compañías que están en la cuerda floja disponen de palancas para sobreponerse y recuperar el liderazgo. En esta línea, hemos leído recientemente un informe de McKinsey en el que se detallan cuatro grandes fuerzas estructurales que llevan mucho tiempo presentes, pero cuya capacidad disruptora se está acelerando, por lo que están actuando como un vendaval sobre los mercados.
De hecho, los expertos de McKinsey afirman que los cambios que está experimentando hoy el mundo se están produciendo diez veces más rápido y a una escala 300 veces superior que en la I Revolución Industrial. Para ellos, la clave no está en identificar estas disrupciones, sino en comprender la escala de estos cambios a través de sus efectos actores directos y secundarios.
La aceleración del cambio tecnológico
Los expertos de McKinsey se refieren a la aceleración en “el alcance, la escala y el impacto económico de la tecnología”, así como a “la ubicuidad de la tecnología en nuestras vidas y a la velocidad de cambio”. Se necesitaron más de 50 años desde la invención del teléfono hasta que más de la mitad de los hogares estadounidenses tuvo uno, mientras que Facebook consiguió alcanzar seis millones de usuarios solo en su primer año de funcionamiento. Una cifra que consiguió multiplicar por 100 en los siguientes cinco años.
Desde la firma añaden que “una adopción acelerada invita a la innovación acelerada”, poniendo como paradigma al iPhone: fue lanzado por primera vez en 2009 y para el que, cinco años más tarde, ya se habían desarrollado 1,2 millones de apps que habían sido descargadas más de 75.000 millones de veces o, lo que viene a ser lo mismo, que en 2014 cada persona del planeta se habría descargado más de diez apps en su iPhone, en términos equivalentes. Según McKinsey, esta tendencia continuará, provocando que “cambie y crezca a una velocidad exponencial que vaya más allá al poder de la intuición humana para anticiparse”.
A esto se ha de añadir la revolución de los datos, que está generando cantidades sin precedente de información a la que tienen acceso consumidores y empresas, así como la proliferación de modelos de negocio basados en la tecnología como Uber y Alibaba. “Gracias a estas fuerzas que se amplifican mutualmente, cada vez más personas disfrutarán de una edad dorada de gadgets, comunicación instantánea e información aparentemente sin límites”, comentan los autores del informe.
La combinación de estos cambios acelerados y la velocidad de adopción tiene dos derivadas. Por un lado, es más fácil crear empresas y hacer que ganen escalas partiendo de capitales modestos. Por otro, esta dinámica espídica está acortando el ciclo de vida de las compañías, obligando a sus ejecutivos a tomar decisiones y comprometer recursos mucho más rápido.
Comercio, personas, finanzas y datos: conexiones globales al siguiente nivel
Hoy el mundo está más conectado que nunca a través del comercio y de los flujos de capitales, personas e información. “El sistema global de comercio se ha expandido hasta convertirse en una red compleja, intrincada y en expansión. Asia se ha convertido en la región con mayor volumen de comercio del mundo. Los flujos “Sur-Sur” entre países emergentes han duplicado su cuota del comercio global en la última década”, detallan desde McKinsey. También añaden que los flujos globales de capital se expandieron 25 veces entre 1980 y 2007, mientras que en 2009 se registró el movimiento de más de mil millones personas cruzando fronteras, cinco veces más que en 1980.
Estas conexiones sufrieron una pausa con la crisis de 2008 y se han recuperado con lentitud desde entonces, pero ahora se están acelerando gracias a los vínculos forjados por la tecnología, por lo que desde la firma anticipan que el mundo está entrando en una nueva fase de la globalización que traerá consigo oportunidades, pero también picos de volatilidad.
La factura del envejecimiento
El informe también habla de una tendencia que se ha analizado profusamente en la última década, el envejecimiento de la población, aunque ponen el acento en la extensión de esta tendencia en países que hasta ahora habían presentado un crecimiento fuerte y rápido de la población, como China. “Por primera vez en la historia de la humanidad, el envejecimiento podría implicar que se estanque la población en la mayor parte del mundo”, indican.
El envejecimiento, combinado con la caída generalizada de la fertilidad, tendrá importantes consecuencias sobre la economía. Por ejemplo, según datos de la Comisión Europea, para 2060 la tasa de reposición en Alemania será de un trabajador por cinco jubilados, y la población activa caerá a 36 millones, cuando en 2010 ascendía a 54 millones de personas. “Una fuerza laboral menor pondrá una mayor responsabilidad sobre la productividad como motor de crecimiento, y esto puede hacernos repensar el potencial de la economía”, explican los autores del informe.
Además, como comentábamos recientemente en nuestro blog, el desequilibrio entre jubilados y trabajadores generará enormes presiones sobre los gobiernos para afrontar el pago de la pensión pública, un problema del que hoy las autoridades no están informando correctamente a la población, en nuestra opinión.
La era de la urbanización
La primera gran tendencia identificada por los expertos de McKinsey es el desplazamiento de los centros de actividad económica y dinamismo hacia países emergentes como China y, más concretamente, hacia las ciudades de esos mercados. Son países, nos recuerdan desde la firma de consultoría, que están experimentando al mismo tiempo revoluciones industriales y de urbanización, lo que está acelerando la tendencia. Ponen como ejemplo de estos rápidos cambios que, en el año 2000, el 95% de las compañías que figuran en la lista Global 500 que elabora la revista Fortune (nombres como Airbus, IBM, Coca-Cola o Shell), tenían su sede en países desarrollados. La previsión de McKinsey es que para 2025 cerca de la mitad de las compañías más grandes del mundo (aquellas que presenten ingresos de 1.000 millones de dólares o más) tengan su sede en un país emergente.
Además de atraer más actividad económica, los países emergentes han vivido el incremento del número de personas que viven en ciudades, hasta el punto de que, según cálculos de la firma, la mitad del PIB global generado entre 2010 y 2025 va a proceder de 440 ciudades localizadas en países emergentes, de las cuales cabe destacar que el 95% son ciudades pequeñas o de tamaño mediano desconocidas para nuestros oídos occidentales.
Es posible leer el informe de McKinsey al completo a través de este enlace.